Pdte. Spencer W. Kimball
Conferencia General de Abril de 1977

El presidente Brigham Young, segundo Presidente de esta dispensación, dijo lo siguiente: “Esta gente supone que tenemos en nuestra posesión todas las ordenanzas para la vida, salvación y exaltación, y que estamos administrándolas.
Pero ese no es el caso. Estamos en posesión de todas las ordenanzas que pueden ser administradas en la carne; pero hay
otras que deben ser administradas más allá de este mundo. Sé que queréis saber cuáles son y voy a mencionar una: no tenemos, ni podemos recibir aquí, la ordenanza ni las llaves para la resurrección.” (Journal of Discourses 15:137)

¿Tenemos acaso las llaves de la resurrección? ¿Podríamos regresar a la tierra como seres inmortales? ¿Podrían hacerlo nuestros padres, abuelos, nuestros antepasados? Mi madre murió cuando yo tenía once años; mi padre, cuando tenía veinte. Mucho los extrañé a ambos y si hubiera tenido el poder de hacer resucitar, como lo tuvo el Salvador del mundo, me habría sentido tentado de tenerlos a mi lado por más tiempo. He hablado en muchos funerales por personas a quienes he conocido, a quienes he querido mucho, a quienes he ayudado a vivir en forma limitada; pero jamás hemos oído de nadie que pudiera resucitar a los muertos, con la excepción de Jesús el Cristo.

Las llaves “serán dadas a aquellos que hayan pasado de esta esfera de acción, y hayan recibido de nuevo su cuerpo… Ellos serán ordenados para resucitar a los santos por aquellos que tienen las llaves de la resurrección, tal como nosotros recibimos la ordenanza del bautismo, y luego las llaves de la autoridad para bautizar a otros para la remisión de sus pecados. La resurrección es una de las ordenanzas que no podemos recibir aquí sobre la tierra, y hay muchas otras.”

Recordemos cuando el Señor Jesucristo estaba en la embarcación, dormido, y sus discípulos le despertaron diciéndole:
“Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. …y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Mar. 4:38-39, 41.)

Quizás aprendamos algo más cuando nos perfeccionemos en cuerpo y espíritu. ¡Cuán indefensos somos! ¡Cuán limitados los poderes que tenemos! Mas recordemos la gran cantidad de escrituras resumidas en una sola línea por Lorenzo Snow, un Profeta: “Como el hombre es, Dios fue. Como Dios es, el hombre puede llegar a ser”. Este es un poder que podremos tener cuando lleguemos a la perfección y recibamos el poder de crear, de organizar, de controlar los elementos naturales.

“No tenemos esa ordenanza aquí”, dijo Brigham Young. “Organizamos de acuerdo con el estado mortal. Combinando los
elementos de las semillas y la tierra, hacemos que crezcan árboles y vegetales; pero no les damos la vida. Organizamos aquí un reino de acuerdo con el modelo que el Señor nos ha dado para los mortales, y no para aquellos que ya han recibido la resurrección.” (J of D., 15:137.)

“No tenemos el poder en la carne de crear o producir un espíritu. Pero tenemos el poder de formar un cuerpo mortal. Dios ha colocado en nosotros este poder. Y cuando el espíritu recibe un cuerpo, prueba su fidelidad y es digno de ser coronado, entonces recibe la autoridad para producir tanto cuerpos como espíritus. Pero estas llaves no podemos tenerlas sino hasta ganar la exaltación. Si guardan su estado; si viven los mandamientos; si hacen todas las cosas que el Señor les mandare.”

Dios las oraganizó estas inteligencias y les dio cuerpos espirituales, y les dio instrucciones y enseñanza; después, creó un
mundo para ellos y mandó a esos espíritus a obtener un cuerpo mortal, para lo cual tomó las providencias del caso. Y una vez que estuvieron en la tierra les dio instrucciones con respecto a cómo vivir y progresar a fin de que llegaran a ser perfectos y pudieran regresar a su presencia. A continuación se sucedieron las épocas en que los espíritus fueron puestos sobre la tierra, naciendo a padres a quienes se permitió que proveyeran los cuerpos para ellos. Pero ningún ser sobre esta tierra ha tenido el poder de engendrar un espíritu, porque estamos todavía muy lejos de la perfección. Mas debemos recordar lo que antes mencioné de que “como el hombre es, Dios fue, y como Dios es, el hombre puede llegar a ser”. Los espíritus vienen a esta tierra sabiendo que pueden regresar y ser como Dios, y seguir adelante en un progreso que no tiene fin.

No tenemos el poder en la carne para crear ni producir un espíritu; a pesar de todo el conocimiento que tienen los
expertos del mundo, y todo el conocimiento que tiene su iglesia, el Señor todavía no ha dado este poder al hombre; pero
tenemos el poder dado por Dios de crear cuerpos temporales para nuestros hijos… Podréis percibir entonces, que nuestra
obra no finaliza mientras vivimos en esta tierra, igual que la de Jesús no finalizó con su existencia terrenal.

Quisiera mencionar algo más: mientras estamos en la carne no podemos organizar reinos ni materia, porque esto está más
allá de nuestra capacidad y nuestro llamamiento, más allá de la obra de este mundo. En la resurrección, los que hayan sido fieles en todas las cosas durante su estado carnal, que hayan guardado su primero y segundo estados y sean dignos de ser coronados dioses como hijos de Dios, serán ordenados para organizar la materia. ¿Cuánta materia creéis que hay entre la tierra y algunas de las estrellas que podemos ver? Suficiente como para formar
muchas millones de tierras como ésta; y sin embargo, ahora ese material está tan disperso, claro y diáfano que contemplamos las estrellas a través de él.” ¿Comprendéis cuán poco sabemos? Como dijo Pablo: “Cosas que el ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” ( 1 Cor. 2:9.)
Hablamos del evangelio en su plenitud, aun cuando comprendemos que gran parte de él no nos ha sido revelada todavía, sino que nos espera mientras nos preparamos, nos perfeccionamos y llegamos a ser más parecidos a nuestro Padre.
En Doctrinas y Convenios se habla de Abraham, quien ha logrado ya ser como Dios, y ha recibido muchos poderes que nosotros quisiéramos tener y que algún día tendremos, si continuamos siendo fieles y perfeccionando nuestra vida.

Quisiera finalizar con las estrofas del himno “Oh, mi Padre”:
Oh, mi Padre, tú que moras, En el celestial hogar ¿Cuándo volveré a verte Y tu santa faz mirar?
¿Tu morada antes era De mi alma el hogar?
¿En mi juventud primera, Fue tu lado mi altar?
Pues por tu gloriosa mira Me hiciste renacer,
Olvidando los recuerdos De mi vida anterior.
Pero algo a menudo Dijo: Tú errante vas; Y sentí que peregrino Soy de donde tú estás.
Antes te llamaba Padre, Sin saber por qué lo fue,
Mas la luz del evangelio Aclaróme el porqué.
¿Hay en cielos padres solos? Niega la razón así. La verdad eterna
muestra: Madre hay también allí. Cuando yo me desvanezca, Cuando salga del mortal, Padre, madre. ¿Puedo veros En la corte celestial? Sí, después que ya acabe Cuanto haya que hacer, dadme vuestra santa venia Con vosotros a morar. (Himnos de Sión, No. 208. Himnario en inglés)

Hermanos del Sacerdocio, que el Señor nos bendiga al seguir adelante con nuestra vida hacia la perfección, a fin de que podamos lograr y recibir las bendiciones que nos fueron prometidas, que podamos alcanzar algún día la divinidad y tener las bendiciones prometidas correspondientes a ese estado y podamos tener la plenitud del Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios, pero mientras tanto podamos honrar y magnificarnos en la porción del Sacerdocio que se nos ha dado.

Pido al Señor que nos bendiga al enseñar a nuestros hijos las verdades del evangelio eterno, para que ellos también puedan
arreglar su vida, y dirigirla hacia la perfección que el Señor reconocerá en las eternidades. Ruego esto dejando nuestras bendiciones sobre vosotros, con el testimonio de que ésta es la verdad, que Dios vive y que Jesús es el Cristo. Vosotros lo sabéis, yo lo sé, y nuestra forma de vivir debería demostrar ese conocimiento en todas nuestras actividades.

Dejo este testimonio con vosotros en el nombre de Jesucristo. Amén.

[avatar] por Javier Fuentes Mora

Patrocinadores