Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de Los Doce
En Devocional del 2 de Marzo de 1999 en la Universidad BYU
“Hay una lección en el relato del profeta José Smith de la Primera Visión que literalmente todo Santo de los Últimos Días ha tenido ocasión de experimentar, o lo hará un día cercano. Es la verdad llana y seria de que antes de los grandes momentos, por cierto antes de los grandes momentos espirituales, pueden venir la adversidad, la oposición y las tinieblas. En la vida experimentamos algunos de esos momentos y, de vez en cuando, estos llegan justo cuando estamos a punto de tomar una decisión importante o de dar un paso significativo en nuestra vida.
En ese maravilloso relato que muy de vez en cuando leemos, José dijo que apenas había comenzado a orar sintió que se apoderaba de él un poder de influencia asombrosa. “Una densa obscuridad”, como él lo denominó, se formó a su alrededor y le pareció que estaba destinado a una destrucción repentina. Mas él se esforzó con todo su aliento por pedirle a Dios que le librara del poder de ese del poder de ese enemigo, mientras lo hacía, vio una columna de luz más brillante que el sol, que descendió gradualmente hasta descansar sobre él. No bien apareció la luz, se vio libre del poder destructivo que le había sujetado. Lo que sucedió a continuación constituye la mayor epifanía desde los acontecimientos que rodearon la Crucifixión, la Resurrección y a la Ascensión de Cristo en el meridiano de los tiempos. El Padre y el Hijo se aparecieron a José Smith, lo que dio comienzo a la dispensación del cumplimiento de los tiempos (1).
La mayoría de nosotros no necesitamos más recordatorios de los que ya hemos tenido para saber que existe alguien que personifica la “oposición en todas las cosa”, “que un ángel de Dios” cayó “del cielo” y que al hacerlo llegó a ser “miserable para siempre”. ¡Qué destino más atroz!
Debido a que ése es el destino de Lucifer, Lehi nos enseña que “procuro igualmente la miseria de todo el género humano” (2).

LA LUCHA CONTINÚA

Podría dedicarse todo un artículo a este tema de la oposición fuerte, preliminar y anticipadora del adversario a muchas de las cosas buenas que Dos tiene preparadas para nosotros, mas deseo dejar atrás esa observación en alas de otra verdad que puede que no reconozcamos tan fácilmente. Es una lección con un tono típicamente deportivo que nos recuerda que “el partido no ha terminado hasta que suena el silbato final”, un recordatorio de que la lucha continúa. Lamentablemente, no debemos pensar que Satanás fue derrotado en esa experiencia, la que de manera tan notable trajo la luz y nos ha hecho avanzar.
Para expresarme de una manera más vívida, quisiera referirme a otro pasaje de las Escrituras, de hecho, a otra visión. Recordaran ustedes que el libro de Moisés comienza cuando él es llevado a “una montaña extremadamente alta” donde, dice la Escritura, “vio a Dios cara a cara, y hablo con él, y la gloria de Dios cubrió a Moisés”. Lo que ocurrió a continuación fue lo que las sucede a los profetas que son arrebatados a montañas altas. El Señor le dijo a Moisés: “… mira, pues, y te mostraré las obras de mis manos… Moisés, miró, y… vio la tierra, sí, la vio toda; y no hubo partícula de ella que no viera discerniéndola por el Espíritu de Dios. Y también vio a sus habitantes; y no hubo una sola alma que no viese” (3).
Esa experiencia en notable en todos los aspectos; es una de las grandes revelaciones dadas en la historia de la humanidad y es uno de los registros más gloriosos que tenemos de la experiencia de cualquier profeta con la Divinidad

Pero el mensaje de Moisés para nosotros en la actualidad es: No bajan la guardia; no piensen que una gran revelación, un momento maravilloso e iluminador, el descubrir un sendero inspirado, sea el fin de todo. Recuerden: “el partido no ha terminado hasta que no suena el silbato final”.
Lo que a continuación le acontece a Moisés tras ese momento tan espiritual sería algo absurdo de no ser tan peligroso y algo que era de esperarse. Lucifer, en un esfuerzo por continuar con su oposición, en su esfuerzo incansable por atacar tarde a temprano, se aparece y, con partes iguales de ira y petulancia después de que Dios se ha revelado al profeta, grita: “Moisés… adórame”. Pero Moisés no le sigue el juego; él ya ha visto a Dios y en comparación, la actuación de Satanás es totalmente tétrica.

“… Moisés miró a Satanás, y le dijo: ¿Quién eres tú?… ¿Y dónde está tu gloria, para que te adore?
“Porque he aquí, no hubiera podido ver a Dios, a menos que su gloria me hubiera cubierto… Pero yo puedo verte a ti según el hombre natural…
“… ¿dónde está tu gloria?, porque para mí es tinieblas, y puedo discernir entre tú y Dios…
“Vete de aquí, Satanás; no me engañes”.
El registro pasa a demostrar una reacción que es a la vez patética y aterradora:
“Y cuando Moisés hubo pronunciado estas palabras, Satanás gritó en alta voz y bramó sobre la tierra, y mandó y dijo: Yo soy el Unigénito, adórame a mí.”
“Y aconteció que Moisés empezó a temer grandemente; y al comenzar a temer, vio la amargura del infierno. No obstante, al pedirle a Dios, /la misma frase utilizada por José Smith/ recibió fuerza, y mandó, diciendo: Retírate de mí, Satanás, porque sólo a este único Dios adoraré, el cual es Dios de gloria.”
“Y entonces Satanás comenzó a temblar, y se estremeció la tierra… “Y ocurrió que Satanás gritó en voz alta, con lloro, y llanto, y crujir de dientes; y se apartó de allí” (4), para siempre volver de eso podemos estar seguros, mas para siempre, siempre, ser vencido por la gloria de Dios.

NO RETROCEDAN

Deseo que cada uno de nosotros cobre confianza en cuanto a la oposición que con tanta frecuencia experimentamos después de haber tomado decisiones inspiradas, después de que los momentos de revelación y de convicción nos han proporcionado una paz y una certeza que creímos que nunca llegaríamos a perder. En su carta a los hebreos, el apóstol Pablo estaba intentando animar a los nuevos miembros que se acababan de unir a la Iglesia, y que, sin duda, habían tenido experiencias espirituales y recibido la luz pura del testimonio, sólo para descubrir que sus problemas no habían terminado, sino que más bien algunos de ellos apenas habían empezado.
Pablo suplicó a los nuevos miembros de antaño del mismo modo que el presidente Gordon B. Hinckley suplica a los nuevos de hoy. La moraleja en ambos casos es que no podemos enrolarnos en una batalla de significado y de consecuencias tan eternas sin saber que habrá una lucha, una lucha bien dura y en la que resultaremos vencedores, pero una lucha al fin y al cabo. Pablo dice a los que creían que el nuevo testimonio, la convicción personal o una experiencia bautismal espiritual les iba a librar de todos los problemas: “Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos”. Y a continuación sigue este gran consejo para ustedes:

“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
“porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa… “
…Y si [el justo] retrocediere, no agradará a mi alma.
“Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición” (5).

En el argot de Santos de los Últimos Días equivaldría a decir: Por cierto que es difícil; lo fue antes de unirse a la Iglesia, mientras estaban en el proceso de unirse y después de haberlo hecho. Pablo dice que así ha sido siempre, pero no debemos retroceder. No tengan miedo ni den un paso atrás, no pierdan la confianza, no olviden como se sintieron una vez; no desconfíen de la experiencia que han tenido. Esa tenacidad fue lo que salvó a Moisés y a José Smith cuando el adversario les hizo frente, y es lo que les salvará a ustedes.
Supongo que todo ex misionero y, que probablemente, todo converso que lea estas palabras sabe exactamente de que estoy hablando: La cancelación de citas para enseñar las charlas, el Libro de Mormón dentro de una bolsa de plástico y colgado del picaporte de la puerta de entrada, fechas bautismales fallidas. Es así durante los compromisos y el bautismo, durante las primeras semanas y meses en la Iglesia, y, más o menos es así para siempre. Al menos, el adversario continuaría así para siempre si creyese ver alguna debilidad en la determinación de ustedes, un punto débil en su armadura.
La oposición tiene lugar en casi cualquier sitio en el que haya ocurrido algo bueno. Puede que suceda cuando estén intentando obtener una educación o tras el primer mes en el campo misional. De cierto que acontece en lo asuntos de amor y del matrimonio. Puede que ocurra en situaciones relacionadas con la familia o con una carrera profesional.
En toda decisión importante, hay que actuar con cautela y consideración, pero una vez que haya habido inspiración, cuídese de la tentación de alejarse de algo que sea bueno. Si todo estaba bien cuando oraron al respecto, confiaron en ello y vivieron para ello, todavía sigue siendo lo correcto ahora. No se rindan ante la presión y sobre todo no se rindan a ese ser que está laborando concienzudamente para destruir la felicidad de ustedes. Hagan frente a las dudas; controlen sus temores. “No perdáis, pues, vuestra confianza”. Manténganse fieles y admiren la belleza de la vida que se despliega ante ustedes.

EL ESPÍRITU DE REVELACIÓN

Para ayudarnos a abrirnos camino a través de estas experiencias, en los momentos importantes de la vida, permítanme referirme a otro pasaje de la escrituras que hace referencia a Moisés; dicho pasaje nos fue dado en los primeros días de esta dispensación, momento en que se necesitaba mucho la revelación, momento en que se estaba fijando un curso recto que había que mantener.
La mayoría de los Santos de los Últimos Días conocen la formula en cuanto a la revelación que se da en la sección 9 de Doctrina y Convenios, versículos que hacen alusión a estudiar el asunto en nuestra mente y a la promesa del Señor de confirmar o de negar dicho asunto. Lo que la mayoría de nosotros no lee junto con ésta es la sección que la precede, o sea la sección 8.
El Señor ha dicho en esta revelación: “… hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morara en tu corazón”. Me encanta la combinación que se encuentra en este versículo de tanto la mente como el corazón. Dios nos va a enseñar por medio de la razón así como por medio de la revelación, combinando a la mente y el corazón, mediante el Espíritu Santo.

“Ahora, he aquí”, sigue diciendo, “este es el espíritu de revelación; he aquí, es el espíritu mediante el cual Moisés condujo a los hijos de Israel a través del Mar Rojo sobre tierra seca” (6).

¿Por qué utilizó el Señor el ejemplo de cruzar el Mar Rojo como ejemplo típico del “espíritu de revelación? ¿Por qué no empleo la Primera Visión o el ejemplo que acabamos de citar del libro de Moisés? ¿O la visión del hermano de Jared? Bueno, podría haber empleado cualquiera de ellos, pero no lo hizo. En esta revelación tenía en mente otra finalidad.
Generalmente pensamos que la revelación es una lluvia de información, pero éste es un concepto muy limitado al respecto. Permítanme sugerir cómo la sección 8 amplía nuestra comprensión, concerniente a la luz de este “combate de padecimientos” del cual hemos estado hablando.

LAS PREGUNTAS SUELEN PRECEDER A LA REVELACIÓN

En primer lugar, la revelación casi siempre se recibe en respuesta a una pregunta, generalmente una pregunta urgente; no siempre, pero si por lo general. En este sentido nos proporciona información, pero se trata de información que necesitamos con urgencia, información especial. El desafió de Moisés consistía en cómo hacer que él mismo y los hijos de Israel saliesen de ese apremio terrible en el que se encontraban. Había carros persiguiéndolos, dunas de arena por todos lados y una gran masa de agua justo delante de ellos. Necesitaba información para saber qué hacer, pero no estaba preguntando por algo banal; en este caso, se trataba de un asunto de vida o muerte.
También ustedes necesitan información, pero es poco probable que en asuntos de gran trascendencia la reciban a menos que la deseen con urgencia, sean fieles y humildes. Moroni lo llama buscar “con verdadera intención” (7). Si pueden buscarla de ese modo y seguir haciendo las cosas de esta manera, es poco lo que el adversario puede hacer para disuadirlos a que se aparten del camino correcto. Serán capaces de soportar cualquiera que sea el ataque o la aflicción, pues habrán pagado el precio de la verdadera convicción.
Al igual que Moisés en esa visión, es posible que después de los hechos sobrevengan algunas dudas o confusión, mas éstas empalidecerán si las comparan con la verdadera revelación. Recuerden la revelación que han recibido. Recuerden cuán desesperadamente necesitaron ayuda y la recibieron. El Mar Rojo se partirá para el que busca la revelación con sinceridad. El adversario tiene poder para obstruir el camino, para reunir las fuerzas del faraón y perseguirnos en nuestra huida hasta el borde de las aguas, pero no pude generar la revelación verdadera. No pude vencer, a menos que nosotros se lo permitamos. Si ejercemos todo nuestro poder, la luz volverá, las tinieblas se volverán a retirar y la salvación será segura. Ésta es la lección numero uno con respecto a cruzar el Mar Rojo por medio del espíritu de revelación.

NO TEMAN

La lección numero dos está estrechamente relacionada con la primera y consiste en que, durante el proceso de revelación y al tomar decisiones importantes, el temor juega un papel destructivo y, a veces, paralizador. El Señor dijo a Oliver Cowdery, quien perdió una oportunidad única en la vida por no haber actuado como debiera haberlo hecho cuando era el momento: “… no continuaste como al comienzo”. ¿Les resulta familiar esto a aquellos que sido iluminados y que luego cedieron ante la incertidumbre y las antiguas dudas? “… no es oportuno que traduzcas ahora”, le dijo el Señor en un lenguaje que Oliver debió resultarle muy duro de oír. “He aquí, cuando comenzaste fue oportuno; mas tuviste miedo, y ha pasado el momento, y ahora ya no conviene” (8).
Todos corremos el riesgo del temor. Por un momento durante la contienda de Moisés con el adversario, “Moisés empezó a temer grandemente; y al comenzar a temer, vio la amargura del infierno” (9). Cuando tenemos miedo es cuando lo vemos.
Éste es el problema mismo que enfrentaron los hijos de Israel a orillas del Mar Rojo, y tiene todo que ver con el aferrarse a la revelación que hayamos recibido previamente. El registro dice: “Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron los ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera”. Algunos (al igual que los que Pablo describió antes) dijeron palabras del tipo: “Volvamos, no merece la pena. Debimos de habernos equivocado. Quizás no fue el espíritu correcto el que nos dijo que saliésemos de Egipto”. Lo que en realidad en realidad dijeron a Moisés fue: “¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto?… Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto” (10). Y yo tengo que añadir: “¿Qué hay de lo que ya pasó? ¿Qué hay de los milagros que los han traído hasta aquí? ¿Qué hay de las ranas y de los piojos? ¿Qué hay de la vara y la serpiente, del río y la sangre? ¿Qué hay del granizo y de las langostas, del fuego y de los primogénitos?”.
Qué pronto olvidamos. No habría sido mejor quedarse y servir a los egipcios y no es mejor estar alejados de la Iglesia, ni posponer el matrimonio, ni rechazar el matrimonio, ni rechazar un llamamiento misional ni cualquier otro tipo de servicio en la Iglesia, etc., etc. Por supuesto que nuestra fe será probada en la lucha contra la incertidumbre y las dudas. Habrá días en los que seremos milagrosamente conducidos fuera de Egipto, aparentemente libres y en nuestro camino, sólo para tener que enfrentar otra prueba, igual que los israelitas, con toda esa agua que está delante de nosotros. En esos momentos debemos resistir la tentación de caer presas del pánico y rendirnos; en esos momentos el temor será la más fuerte de las armas que el adversario empleará en nuestra contra.

“Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy… Jehová peleará por vosotros”. A modo de confirmación, Jehová dijo a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen” (11).

Esta es la segunda lección del espíritu de revelación. Después de haber recibido el mensaje, después de haber pagado el precio para sentir Su amor y oír la palabra del Señor, marchen adelante, no teman, no vacilen, no sean sofistas, no se quejen. Puede que al igual que cuando Alma se dirigía a Ammoníah (12), tengan que buscar un sendero que los conduzca por un camino poco frecuente, pero eso es exactamente lo que el Señor está haciendo aquí por lo hijos de Israel. Nadie había cruzado el Mar Rojo de esa manera, pero ¿y qué? Siempre hay una primera vez. Alejen sus temores con la ayuda del espíritu de revelación y caminen sobre las aguas con ambos pies. En las palabras de José Smith: “Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor hermanos; e id adelante, adelante a la victoria!” (13).

DIOS NOS AYUDARÁ

La tercera lección que aprendemos sobre el espíritu de revelación en el milagro de cruzar el Mar Rojo es que, junto con la revelación que nos dirige hacia un deber o una finalidad recta, Dios nos dará también los medios y el poder para alcanzar ese objetivo. Confiemos en la verdad eterna. Si Dios les ha dicho que algo es correcto, que de hecho algo es verdadero para ustedes, Él preparará el camino para que lo obtengan. Esto es así en temas como unirse a la Iglesia o criar una familia, servir en una misión o cualquier de los cientos de otras tareas dignas que hay en la vida. Recuerden lo que el Salvador dijo al profeta José Smith en la Arboleda Sagrada. ¿Cuál era el problema en 1820? ¿Por qué no debía José Smith unirse a ninguna Iglesia? En parte era debido a que “enseñaban como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella” (14). ¡La gracia de Dios es más que suficiente! El Señor le diría una y otra vez a José que, al igual que en los días de la antigüedad, los hijos de Israel serían sacados “de la servidumbre con poder y con brazo extendido… No desmaye, pues, vuestro corazón… Mis ángeles subirían delante de vosotros, y también mi presencia, y con el tiempo poseeréis la buena tierra” (15).
¿Qué buena tierra? Bueno, nuestra buena tierra, la tierra prometida, nuestra Nueva Jerusalén, nuestra pequeña parcela de la que fluye leche y miel, nuestro futuro, nuestros sueños, nuestro destino. Creo que, de forma diferente para cada uno, Dios nos lleva a la arboleda o a la montaña o al templo, y allí nos muestra la maravilla del plan que tiene para nosotros. Quizás no lo vemos de forma completa como lo vieron Moisés, Nefi y el hermano de Jared, pero lo vemos en la medida en que lo necesitamos para poder conocer la voluntad del Señor con respecto a nosotros y para saber que el amor que nos tiene se escapa a nuestra comprensión mortal. Creo además que el adversario, junto con sus miserables y astutos seguidores, intenta oponerse a que tengamos este tipo de experiencias y luego, después que ocurren, intenta oscurecerlas. Pero eso no es del Evangelio; eso no es el modo de proceder del Santo de los Últimos Días que sostiene que el espíritu de revelación es una realidad fundamental de la Restauración. El luchar con las tinieblas y la desesperación, y el suplicar por más luz fue lo que dio comienzo a esta dispensación; es lo que la mantiene en marcha y es lo que les mantendrá en marcha a ustedes. Junto con Pablo, les digo a todos:

“No perdáis, pues vuestra confianza, que tiene grande galardón; “porque os es necesario la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (16).

Reconozco la realidad de la oposición y de la adversidad, pero testifico del Dios de Gloria, del Redentor, el Hijo de Dios, de la luz y la esperanza y de un futuro brillante. Les aseguro que Dios vive y les ama a cada uno de ustedes, y que ha fijado límites a los tenebrosos poderes de oposición. Testifico que Jesús es el Cristo, el vencedor de la muerte y del infierno, y del ángel caído que astutamente elabora sus planes en ese lugar. El Evangelio de Jesucristo es verdadero y ha sido restaurado.
“No temáis”. Y cuando nos infrinjan el segundo y el tercer golpe, “No temáis… Jehová peleará, por vosotros” (17). “No perdáis, pues vuestra confianza”, en el nombre de Jesucristo, amén.
Notas.
1. Véase José Smith-Historia 1:15-17.
2. Véase 2 Nefi 2:11, 17-18.
3. Moisés 1:1-2, 4, 8, 27-28.
4. Moisés 1:12-16, 19-22.
5. Hebreos 10:32, 335-36, 38-39.
6. DyC 8:2-3.
7. Moroni 10:4.
8. DyC 9:5, 10-11.
9. Moisés 1:20.
10. Éxodo 14:10-12.
11. Éxodo 13-15.
12. Véase Alma 8:18.
13. DyC 128:22.
14. José Smith- Historia 1:19.
15. 103:17, 19-20.
16. Hebreos 10:35-36.
17. Éxodo 14:13-14.

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