Élder Spencer W. Kimball
Del Quórum de Los Doce
Devocional en la Universidad BYU, el 6 de Diciembre de 1955

“Últimamente ha habido muchas tragedias, y siendo que muchas personas parecen culpar al Señor por ellas, y se frustran por lo que parece ser una calamidad, deseo presentar varios puntos, los cuales espero alivien las tensiones, estimulen una manera de pensar sana, y posiblemente sean la respuesta, por lo menos parcialmente, a algunas de las preguntas que tan a menudo se hacen y a las que casi nunca se da respuesta.

Un conocido diario anunciaba en su encabezamiento:

Perecen 43 personas en el accidente de aviación. No hubo sobrevivientes en la tragedia de la montaña, y miles repetían al unísono: “¿por qué permitió dios que pasara una cosa tan terrible?”

Nace un niño con su capacidad mental limitada. Nunca podrá llevar una vida normal. ¿Por qué? ¿Por qué permitiría el Señor que llevara una vida tan dura?

Quisiera poder tener la respuesta a estas preguntas. Algún día entenderemos y estaremos más conformes.

Las siguientes son mis propias conclusiones y tomo entera responsabilidad con respecto a ellas.

Dios y las tragedias

¿Puedo hacer varias preguntas?

¿Fue el Señor quien condujo el avión hacia las montañas para quitarles la vida a sus ocupantes, o hubo algunas fallas mecánicas o errores humanos?

¿Puede el Señor prevenir las tragedias? La respuesta es SI. El Señor es omnipotente con todo el poder para controlar nuestras vidas, salvarnos del dolor, prevenir accidentes, manejar cualquier avión o automóvil, alimentarnos, librarnos del trabajo, es fuerzo, enfermedad, y aun hasta de la muerte.

Pero, ¿es eso lo que deseáis? ¿Protegeríais a vuestros hijos de frustraciones, tentaciones, penas o sufrimientos?

La ley básica del Evangelio es el libre albedrío; el forzarnos a ser cuidadosos o justos, sería anular esa ley fundamental, por tanto, el progreso sería imposible.

¿No hay sabiduría en El al darnos problemas para que podamos vencerlos, responsabilidades para que podamos progresar, trabajo para que podamos robustecer nuestros músculos, penas para probar nuestras almas? ¿No se nos han dado tentaciones para probar nuestra fortaleza, enfermedades para que podamos aprender a ser pacientes, muerte para que podamos ser inmortales y glorificarnos?

En el principio, el Creador explicó a Moisés:

“. . . por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, e intentó destruir el albedrío del hombre que yo, Dios el Señor, le había dado…” (Moisés 4:3)
“Y el Señor habló a Adán, diciendo: Por cuanto se conciben tus hijos en pecado, aun así cuando empiezan a crecer, el pecado nace en sus corazones, y prueban lo amargo para poder saber cómo apreciar lo bueno.
“Y les es concedido distinguir el bien del mal; de modo que, son sus propios agentes. . .” (Moisés 6:55-56)
Aquellos que “murieren en el Señor”

Aparentemente, el Señor no siempre consideró la muerte como una maldición o tragedia, porque dijo:

“. . . y benditos son los muertos que murieren en el Señor. . .” (D. y C. 63:49)

La vida sigue su curso y el libre albedrío continúa; y la muerte, que parece una gran calamidad, podría ser una bendición disfrazada.
Melvin J. Ballard escribió:

“Perdí un hijo de seis años de edad y lo vi como un hombre en el mundo de los espíritus después de su muerte, y vi cómo había ejercido su libertad de elección y obtendría por su propia voluntad una compañera, y en el debido tiempo para él y todos aquellos que son dignos, vendrán todas las bendiciones y privilegios sanadores de la casa del Señor. . .” (Three Degree of Glory por Melvin J. Ballard)

Si decimos que la muerte a una temprana edad es una calamidad, un desastre o una tragedia, ¿no sería decir que es preferible la mortalidad a entrar más pronto al mundo espiritual y por consiguiente, a la salvación y exaltación? Si la mortalidad es el estado perfecto, entonces la muerte sería en vano, pero el evangelio enseña que no hay tragedia en la muerte, sino sólo en el pecado.

Durante la II Guerra Mundial, dirigí unas palabras en el funeral de un joven estudiante que había muerto en la misma. Hubo miles de jóvenes arrastrados prematuramente hacia la eternidad a través de las destrucciones de la guerra, y recalqué que creía que esos jóvenes justos habían sido llamados al mundo de los espíritus a predicar el evangelio a aquellas almas que no lo tenían.

En la visión de “La redención de los muertos”, el presidente Joseph F. Smith relata que vio estas cosas.

Se sentó a estudiar las escrituras el 3 de octubre de 1918, particularmente las palabras de la epístola de Pedro concerniente a los antediluvianos. Escribió:

“. . . Mientras reflexionaba sobre estas cosas que están escritas, los ojos de mi entendimiento fueron abiertos, y el Espíritu del Señor descendió sobre mí, y vi las huestes de los muertos. . .

“Mientras esta vasta multitud de justos esperaba y conversaba, regocijándose en la hora de su libertad. . . el Hijo de Dios apareció, declarando libres a los cautivos que se habían conservado fieles, y ahí les predicó la redención de la humanidad, de la caída y los pecados individuales con condiciones de arrepentimiento. Pero a los inicuos no fue, ni dirigió su voz entre los impíos y los que no se habían arrepentido y que se habían corrompido mientras estaban en su estado carnal, ni tampoco los rebeldes que habían rechazado los testimonios y las amonestaciones de los antiguos profetas pudieron soportar su presencia, ni mirar su cara. . .

“Y mientras me maravillaba . . . pude percibir que el Señor no fue en persona entre los inicuos y los desobedientes que habían rechazado la verdad . . . sino que de entre los justos organizó sus fuerzas . . . y los comisionó a que fueran y llevaran la luz del evangelio. . .

” . . . Nuestro Redentor utilizó su tiempo. . . en el mundo de los espíritus, instruyendo y preparando a los espíritus fieles. . . quienes habían testificado de El en la carne, para que pudieran llevar el mensaje de redención a todos los muertos a quienes El no pudo ir personalmente a causa de su rebelión y transgresión. . .”

Y continúa:

“Entre los grandes y poderosos que se habían reunido en la vasta congregación de los justos estaban el Padre Adán, Eva, con muchas de sus hijas justas; Abel, el primer mártir; Set, Noé, Sem, el gran sumo sacerdote: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Ezequiel, Daniel. Todos ellos y muchos más, hasta los profetas que moraron entre los nefitas. . . El profeta José Smith y mi padre Hyrum Smith, Brigham Young. . . y otros espíritus escogidos. . . en el mundo de los espíritus. También noté que ellos estaban entre los nobles y grandes que fueron escogidos en el principio para ser gobernadores en la Iglesia de Dios. . .

“Pude ver que los fieles élderes de esta dispensación, cuando se alejen de esta vida mortal, continuarán sus labores en la predicación del evangelio de arrepentimiento y redención. . .” (Gospel Doctrine, por Joseph F. Smith, pág. 472-476)

La muerte, por lo tanto, puede ser la abertura a la puerta de la oportunidad y algunas preguntas son contestadas con esta visión.

Si todos fueran sanados

Ahora bien, encontramos la crítica de muchas personas cuando a una persona justa se le quita la vida, cuando un joven padre o madre mueren o cuando ocurre una muerte violenta. Algunos se amargan cuando las oraciones que a menudo se repiten parecen no tener respuesta. Algunos pierden su fe y se desaniman cuando las administraciones solemnes que los hombres santos efectúan parecen ser ignoradas y no ocurre ninguna restitución después de repetidas oraciones. Pero si todos los enfermos fueran sanados, si todos los justos fueran protegidos y los impíos destruidos, el programa entero del Padre estaría anulado y el principio básico del evangelio— el libre albedrío—se terminaría.

Si después de hacer algo malo se sufriera dolor, pena y castigo total no habría una sola alma que repitiera la mala acción. Si el gozo, paz y recompensas se dieran inmediatamente a los hacedores del bien, no habría maldad; todos harían lo bueno y no sería por el bien en sí, no habría prueba de fortaleza, de desarrollo de carácter, no habría crecimiento de poderes, ni libre albedrío, sólo controles satánicos.

Si todas las oraciones fueran inmediatamente contestadas de acuerdo a nuestros deseos egoístas y nuestro entendimiento limitado, entonces habría poco o nada de sufrimientos, aflicciones, desengaños o hasta muerte, y sin éstas también faltarían el gozo, el éxito, la resurrección, la vida eterna y no podríamos llegar a ser como Dios.

“Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas . . . (justicia . . . iniquidad) (santidad . . . miseria) (bien . . . mal . . .) (2 Nefi 2:11)

El Señor nos asegura que el enfermo será sanado si se efectúa la ordenanza, si hay la fe suficiente y si el enfermo “no estuviere señalado para morir”. (D. y C. 42:48) Aquí tenemos tres factores. Muchos no cumplen con las ordenanzas, y un gran número no tienen la voluntad o son incapaces de ejercer la fe suficiente. Pero existe el otro factor que es importante: “Si no están señalados para morir.” Todo acto que viene de Dios tiene su propósito. Él ve el fin desde el principio. Él sabe lo que nos edificará o lo que nos destruirá, lo que se opondrá al programa y lo que en lo futuro nos permitirá triunfar.

Poder ilimitado con una visión limitada

El poder del sacerdocio es ilimitado, pero Dios sabiamente ha puesto en nosotros ciertas limitaciones. Yo puedo desarrollar mi poder del sacerdocio a medida que perfeccione mi vida. Estoy agradecido de que a pesar que poseo el sacerdocio no puedo sanar a todos los enfermos. Podría sanar a personas que deberían morir o quizá librar de sufrimientos a las personas que deberían sufrir. Tengo miedo de que así frustraría los propósitos de Dios.

Si yo poseyera un poder ilimitado pero sin embargo una visión y entendimientos limitados, podría haber salvado a Abinadí cuando fue quemado en la hoguera, y al hacerlo, podría haberlo dañado irreparablemente, limitándolo a un reino más bajo. Murió como mártir y fue hacia la recompensa de los mismos, la exaltación. Podría haber vivido en la tierra y perdido su fe y valor, aun su virtud y exaltación.

Igualmente hubiera protegido a Pablo de sus aflicciones si mi poder no tuviera límites. Hubiera podido sanarlo del “aguijón en la carne”. Pero al hacerlo, habría frustrado el plan y lo hubiera colocado en una gloria inferior. Tres veces oró, pidiéndole al Señor que lo librara del “aguijón”, pero el Señor no contestó sus oraciones. Muchas veces Pablo se hubiera perdido si hubiera sido elocuente, perfecto y libre de todas las cosas que lo hicieron humilde. Pablo dice:

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee para que no me enaltezca sobremanera.

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

“Por lo cual por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Corintios 12:7, 9-10)

Tal saneamiento hubiera arruinado a Pablo. Temo que si yo hubiera estado en la cárcel de Carthage, el 27 de junio de 1844, hubiera desviado las balas que traspasaron el cuerpo del Profeta y el Patriarca. Podría haberlos salvado de los sufrimientos y agonía, pero se habrían perdido de recibir la muerte y recompensa de un mártir. Me siento feliz de no haber tenido que tomar esa decisión.

Con tan incontrolable poder, seguramente hubiera protegido a Cristo de los insultos, la corona de espinas, las injurias en la corte y las heridas físicas; quizá hubiera hecho caer a sus perseguidores con dardos de relámpagos; cuando El colgaba es la cruz, lo hubiera rescatado y hubiera puesto medicina en sus heridas, sanándolas; le hubiera dado agua fresca en lugar de vinagre. Quizá lo hubiera salvado de la muerte y hubiera privado al mundo de la expiación anulando al mismo tiempo todo el plan del Señor.

Con un poder ilimitado podría haber sanado a mis padres; quizá nunca los hubiera dejado morir.

¿Os atreveríais a tomar la responsabilidad de volver a la vida a vuestros seres queridos? Yo vacilaría en hacerlo. Estoy agradecido de que siempre podamos orar: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Estoy contento de no tener que hacer esas decisiones. Podríamos hacer que nuestros seres queridos perdieran sus facultades o poderes, o que fueran objeto de terrible condena.

Muerte: una parte de las experiencias de la vida

Todos tenemos que morir. La muerte es una parte importante de la vida. Naturalmente, nunca estamos suficientemente listos para tal cambio. No sabiendo cuándo nos llegará, luchamos fuertemente por conservar nuestra vida.

¿Por qué tememos tanto a la muerte? Oramos por los enfermos, administramos a los afligidos, imploramos al Señor para que sane y alivie del dolor, salve la vida y posponga la muerte, pero, ¿es la eternidad tan espantosa? ¿Tan horrible?

El profeta José Smith confirmó:

“El Señor se lleva a muchos, aun en su infancia, a fin de que puedan verse libres de la envidia de los hombres, y de las angustias y maldades de este mundo. Son demasiado puros, demasiado bellos para vivir sobre la tierra; por consiguiente, si se considera como es debido, veremos que tenemos razón para regocijarnos, en lugar de llorar, porque son librados del mal y dentro de poco los tendremos otra vez. La única diferencia entre la muerte de un joven y la de un anciano es que uno vive más tiempo en el cielo y en la eterna luz y gloria que el otro, y es librado de este miserable mundo inicuo poco más pronto.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 237 y 238)

“Sí, y benditos son los muertos que murieren en el Señor. . . se levantarán de los muertos y no morirán después. . .

“Y bendito es el que, habiendo guardado la fe, viviere cuando el Señor venga; sin embargo, se le ha señalado morir a la edad del hombre.” (D. y C. 63:49-50)

No todos los que manifiestan una gran fe son sanados o salvos. Oíd nuevamente al Señor:

“Y los élderes de la iglesia, dos o más, serán llamados, y orarán por ellos y les impondrán las manos en mi nombre; y si murieren, morirán para mí; y si vivieren, vivirán para mí.

“Viviréis juntos en amor, al grado de que lloraréis por los que mueren, y más particularmente por aquellos que no tienen esperanza de una resurrección gloriosa.

“Y acontecerá que los que mueran en mí, no gustarán de la muerte, porque les será dulce; y los que no murieren en mí, ¡ay de ellos! porque su muerte será amarga.

“Y además, acontecerá que el que tuviere fe en mí para ser sanado, y no estuviere señalado para morir, sanará.” (D. y C. 42:44-48)

“¡Si no estuviere señalado para morir!” Esta es una desafiante declaración.

Tengo confianza en que hay un tiempo para morir. No soy un fatalista. Creo que muchas personas mueren antes “de su tiempo” porque son descuidadas, abusan de sus cuerpos, se arriesgan demasiado o se exponen a los peligros, accidentes y enfermedad.

En las revelaciones modernas leemos: “. . . es mi voluntad que mi siervo Lyman Wight siga predicando a favor de Sión. . . y lo alzaré como en alas de águila: . . .

“Para que, acabada su obra, lo pueda recibir, aun como recibí a mi siervo David Patten, quien está conmigo ahora, como también a mi siervo Eduardo Partridge, y a mi anciano siervo José Smith, padre, quien se sienta a la diestra de Abrahán; y bendito y santo es él, porque es mío.” (D. y C. 124:18,19)

¿Es tan increíble decir que David Patten fue bendecido con el martirio? ¡Cuán glorioso morir por mi causa! Se le aseguró un alto grado de exaltación, como lo testifica la declaración: “. . . lo pueda recibir, aun como recibí a mi siervo David Patten, quien está conmigo ahora. . .”

De los antediluvianos leemos:

“¿Quieres tú seguir la senda antigua que pisaron los hombres perversos, los cuales fueron cortados antes de tiempo, cuyo fundamento fue como un río derramado?

“Decían a Dios: Apártate de nosotros. ¿Y qué les había hecho el Omnipotente?” (Job 22:15-17)

En Eclesiastés encontramos esta declaración:

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.

“Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado.” (Eclesiastés 3:1-2)

“No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir ANTES DE TIEMPO?” (Eclesiastés 7:17)

Creo que morimos prematuramente pero pocas veces excedemos mucho nuestro tiempo aunque hay sus excepciones.

Ezequías, de 25 años de edad, rey de Judá, era mucho más religioso que sus sucesores o antecesores. Dicho rey tenía una hora señalada para morir. “En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías. . . y le dijo:

Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.”

Ezequías amando la vida como nosotros, volvió el rostro a la pared y lloró amargamente:

“. . . te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan.”

Fue perfectamente normal que Ezequías, como nosotros, se aferrara a la vida y la protegiera. El Señor contestó sus oraciones.

“. . . he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano. . .

“Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiría.” (2 Reyes 20:1, 3, 5, 6)

El Señor modificó ligeramente su plan, dio a Ezequías quince años y libertó a Judá de Asiría.

Nuevamente, no podían matar a Abinadí antes de tiempo:

“No me toquéis, porque Dios os herirá. . . porque no he comunicado el mensaje que el Señor me mandó. . . por tanto, Dios no permitirá que yo sea destruido en este momento.

“Vosotros veis que no tenéis poder para matarme. . .” (Mosíah 13:3, 7)

Estuvo completamente protegido hasta que cumplió su misión, entonces fue martirizado.

Lehi y Nefi, los hijos de Helamán, quienes convirtieron a miles, fueron encarcelados sin comida. Sus perseguidores trataron de asesinarlos pero fueron rodeados como si fuera por fuego.

Los misioneros hablaron audazmente:

“. . . no podéis echar mano de nosotros para matarnos.”

La tierra se estremeció. Las paredes de la prisión temblaron y: “. . . una voz como por encima de la nube de obscuridad. . . no intentéis más destruir a mis siervos.” (Helamán 5:26, 29)

Frecuentemente el Redentor mencionó “La hora no ha llegado.” Entonces, cuando se acercaba a Jerusalén por última vez, anunció a sus discípulos: “La hora HA venido.” (Marcos 14:14)

El Señor dio a Heber C. Kimball una extraña promesa, mostrando su control sobre nuestros destinos. Habiendo estado sujeto a una prueba, la cual, como la que fue dada a Abraham, era bastante difícil; inquieto y profundamente confuso, pidió al profeta José que le preguntara al Señor, y el Profeta recibió esta revelación:

“Decidle que vaya y haga lo que se le ha mandado, y si me doy cuenta de que hay algún peligro de que apostate, lo llevaré conmigo.” (Vida de Heber Kimball por Orson F. Whitney)

Caminando fielmente con Dios

Dios controla nuestras vidas, nos guía y bendice pero también nos da nuestro libre albedrío; podemos llevar nuestras vidas de acuerdo con su plan, o podemos neciamente acortarlas o terminarlas.

Estoy positivamente seguro de que el Señor ha planeado nuestro destino. Podemos acortar nuestras vidas, pero creo que no podemos alargarlas por mucho tiempo.

Algún día entenderemos completamente, y cuando nos volvamos para ver desde el punto de ventaja del futuro, estaremos satisfechos con muchos de los acontecimientos de esta vida, que para nosotros parecía tan difícil de comprender.

Nosotros sabíamos antes de nacer que íbamos a venir a la tierra para recibir cuerpos y experiencias, para que pudiéramos tener gozo y aflicciones, dolor y consuelo, ocio y trabajo, salud y enfermedades, éxito y fracasos, y también sabíamos que íbamos a morir; aceptamos todas estas cosas con un corazón rebosante, ansiosos de aceptar lo benigno y lo adverso; estábamos sin duda dispuestos a tener un cuerpo mortal aunque estuviera deformado, y aceptamos gustosos la oportunidad de venir a la tierra aunque fuera por un día, un año, o un siglo. Quizá no estábamos tan preocupados por la muerte ya fuera por enfermedad, un accidente o la vejez. Estábamos dispuestos a venir y tomar la vida como viniera, tal como pudiéramos organizaría y controlarla, y esto sin descontento, quejas o demandas irracionales. Algunas veces pensamos que nos gustaría saber lo que hay más adelante, pero los pensamientos sensatos nos hacen aceptar la vida día por día y magnificar y glorificar cada uno de ellos.

Mis estimados hermanos, la vida es buena cuando la controlamos y nos autogobernarnos. Es uno de los privilegios y oportunidades más grandes. Que el Señor nos bendiga para que podamos progresar en conocimiento y sabiduría, fe y obras, que nos llevarán a la vida eterna. Esto lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.

[avatar] por Javier Fuentes Mora

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