Para miembros y no miembros de la Iglesia que les intriga saber qué vino tomó Jesús.
“A menudo se hace referencia al supuesto uso del vino por el Salvador en la Última Cena. Es bien sabido, sin embargo, que las palabras “el fruto de la vid” se ha traducido como “vino”. Está igualmente bien sabido que en el Antiguo Testamento, tres palabras diferentes se traducen como “vino”, dos de las cuales, más de uso general, se refieren claramente al jugo de uva sin fermentar. En el Nuevo Testamento dos palabras griegas, no necesariamente lo que representa el zumo de uva fermentado, se traducen como “vino”. El vino embriagante no era una bebida común entre el antiguo Israel que se esforzaba por cumplir la Ley de Moisés. El vino que embriagaba era la bebida que el judío apóstata o el gentil (no judío) tomaban para encontrar una reprochable algarabía.” (Elder John A Widtsoe en La Palabra de Sabiduría: una interpretación moderna, cap. 5)
Jesucristo bebía vino, y eso puede malinterpretarse si no se aclara. Jesús produjo milagrosamente vino en las bodas de Caná. La palabra “vino”, sin embargo, no implica necesariamente bebida fermentada. Significa apenas un producto de la viña. Se puede encontrar una analogía en el uso corriente de la palabra “sidra”, que tanto indica la bebida fuerte como la exenta de fermentación. Cristo ciertamente se refería al vino no fermentado cuando dijo que “ni echan vino nuevo en odres viejos” (Mateo 9:17). La palabra hebraica para jugo de uva, tirosh, es traducida por lo menos 33 veces por la palabra griega oinos (a castellano, vino), y el adjetivo “nuevo” no está presente. Oinos, por lo tanto, claramente puede representar un producto no fermentado en el Nuevo Testamento.
Es inconcebible que nuestro Señor, haya producido en Su primer milagro una bebida intoxicante, principalmente lo que representa el mayor oponente de la vida del Espíritu. “Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay desenfreno; antes bien, sed llenos del Espíritu,” (Efesios 5:18). También no se puede admitir que haya preparado vino fermentado, esto es, corrupto, para las bodas de Caná. El Señor de la vida en ninguna hipótesis iría a producir algo que tuviese tal característica. Eso arruinaría el gran símbolo de la Comunión. “la muerte del Señor anunciáis”, dijo Pablo refiriéndose al vino tomado durante la Santa Cena (1 Corintios 11:26). La muerte del Señor difería de todas las otras muertes en razón de que Su cuerpo no sufrió “corrupción”. Su cuerpo, no se volvió un cadáver descompuesto. (Hechos 2:27-31).
Descubrimientos hechos por la fisiología moderna dejan perfectamente claro el contraste entre la copa del Señor y la copa de los demonios (me refiero a la copa que contenga licor). Nada podría tipificar más adecuadamente el poder de Cristo que comunica vida en el trigo y la uva, alimentos considerados completos. El fruto de la vid contiene los delicados elementos que, en nuestros días, son considerados esenciales para la sobrevivir y el desarrollo del organismo. El contenido general de la uva es el siguiente: 2,8% de albúminas; 83,7% de carbohidratos; 1,2% de ácidos y extractos; y 2,3% de sales minerales. La fermentación destruye 98,5% de las albúminas, 98% de los carbohidratos, 47% de los ácidos y extractos y 76% de las sales minerales. (Elder John A Widtsoe en La Palabra de Sabiduría: una interpretación moderna, cap. 5) La vida se agota. La uva como líquido se vuelve un cadáver líquido, y si dejamos que se fermente el cadáver de la uva entonces es descompuesto, y la sangre de Cristo nunca se descompuso ni hubo corrupción en Su cuerpo sin vida, por eso Él nunca llegó a ser un cadáver descompuesto, por lo que el vino que representa su sangre no puede ser el cadáver descompuesto de la uva.
¿Podría Jesús, el Creador, haber creado una bebida destructiva al venir en la carne? En Su vida humana, hay dos momentos en que empleó Su poder creativo – al transformar vino en Caná y al multiplicar pan y peces para alimentar a los hambrientos en el gran Sermón. ¿Habría creado Él pan malogrado? ¿Habría creado peces podridos? ¿Habría creado vino fermentado? ¿Será posible creer algo así?
¿Qué decir de la recomendación de Pablo a Timoteo para que usase un poco de vino por causa de su estómago adolorido? Ningún remedio mejor podría ser indicado para ayudar a la digestión de Timoteo y resolver sus problemas estomacales (1 Timoteo 5:23) que el jugo de la uva.
“El azúcar contenido en la uva es una substancia que pasa directamente a la circulación sin requerir digestión. Fuera de esa substancia, favorable en esos casos, el alcohol también pasa inalteradamente a las células del organismo, destruyendo las defensas lipoides y demostrando afinidades letales, especialmente para los tejidos nerviosos.” (Franco Perón: Con el vino, ¿vino la salud? pág. 3) Así nuevamente tenemos el duelo entre la uva que transmite vida y el cadáver de la uva (vino fermentado) que transporta la muerte espiritual.
El alcohol reduce el calor orgánico. No tiene ningún provecho para la actividad, pues no puede ser utilizado para el trabajo muscular. En lugar de ayudar a la actividad, reduce el tiempo de reflejo en todos los sentidos. No tiene valor medicinal. Ha sido factor preponderante en todo tipo de enfermedades y es la única y directa causa en muchas de ellas, especialmente las de naturaleza mental. Acorta la vida conforme se demuestra por una cantidad de conclusiones de estudio.
¿Cómo podría Jesús, en quien estaban todos los tesoros de la sabiduría, desconocer tales hechos? ¿Cómo podría Él llegar a fabricar y a hacer uso de vino fermentado? Algunos ingenuamente defienden tal idea apóstata diciendo que tomaba con medida y moderación. ¿Entonces qué sentido tiene que ahora en nuestra era lo prohíba si también podríamos tomarlo con moderación? El hecho es que ni en medidas moderadas el alcohol es débil para el cuerpo.
El vino que Jesús proveyó para la fiesta de Caná, y que ofreció de él a los discípulos como símbolo de Su propia sangre, era el jugo puro de la uva. Fue Jesús quien, en el Antiguo Testamento, inspiró a Salomón a hacer esta advertencia: “El vino es escarnecedor, la bebida fuerte, alborotadora; y cualquiera que por su causa yerre no es sabio” (Proverbios 20:1). Fue Él mismo quien prescribió abstinencia a la madre de Sansón: “pues, cuídate, te ruego, y no bebas vino ni sidra” (Jueces 13:3-4,14). “No beberéis vino ni sidra” (Levítico 10:9). “¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida fuerte” (Isaías 5:22). Cristo no contradice Sus propias enseñanzas.
Podemos afirmar con certeza absoluta que el vino usado por Jesús en cualquier ocasión que utilizó no era fermentado. Esta afirmación es concluyente de la Biblia por lo siguiente:
En la ceremonia de la Pascua no debía haber fermento en ningún compartimiento de la casa, ya que este es el símbolo del pecado y de la muerte. Los panes ácimos no contenían ningún fermento, como el propio nombre lo indica, es fácil concluir que el vino tampoco podía contener fermento. La lectura de los siguientes pasajes nos lleva a esta conclusión: Génesis 19:3; Éxodo 13:6-7; Levítico 23:5-8; Lucas 22:1. Tanto el vino de la Última Cena como el de las bodas de Caná de Galilea no era fermentado, porque Jesús jamás aceptaría usar aquello que tan fuertemente es condenado en la Biblia, porque destruye el cuerpo que es un templo de Dios, y el que destruya el templo de Dios, Dios lo destruiría (1 Corintios 3:17).

[avatar] Fernando Illanes.

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