En la obra El cuento de un invierno, de William Shakespeare, Leontes es un rey que por celos a su esposa con su mejor amigo manda que lo envenenen a él pero este escapa. Leontes decide entonces encarcelar a su esposa que está embarazada. La obra deja ver que, por cierto, la esposa del rey y su amigo eran inocentes de tal desconfianza. Su hijo apenado por lo que le pasa a su madre, se suicida. Nace el bebé y muere por las condiciones, y posteriormente muere la madre. Leontes decide preguntar al oráculo para ver si eran culpables o no, y el oráculo le revela que estaba equivocado y ahora era culpable de tantas penas y muertes. Leontes clama misericordia, deja de comer, se desnuda para pasar frío y sufrir hasta morir, pero su criada le dice: “No pierda el tiempo mi amo si lo que busca es que los dioses se apiaden de usted. Lo que usted ha hecho, ni perdiéndose en solitario en una montaña y partiéndose su piel por el invierno logrará que los dioses parpadeen por usted.” (Shakespeare, El cuento de un invierno, acto VIII)

Es probable que Leontes se haya sentido como el rey David: “Mientras callé [mi pecado], se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.” (Salmos 32:3) ¿Te sientes tú como Leontes? ¿sientes que estás enlodado(a) tan profundamente por el pecado que ya no puedes salir de él?
La criada del rey Leontes se equivocó al describir la misericordia de Dios. La Escritura dice “¿Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retiene para siempre su enojo, porque se deleita en la misericordia. Él volverá; volverá a tener misericordia de nosotros; él hollará nuestras iniquidades y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7:18-19)
Y el Señor responde:
“¿puede una mujer olvidar a su niño de pecho al grado de no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aun cuando ella se olvidare, yo nunca me olvidaré de ti”, “y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí”,  “Y os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.” (1 Nefi 21:15; Mosíah 26:30; Ezequiel 36:26)
¡Qué hermosura! ¡Qué alivio!
“¡Regocíjate, oh corazón mío, y no des más lugar al enemigo de mi alma!”, “el Señor ha redimido a mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor.” (2 Nefi 4:28; 1:15)
[avatar] por Fernando Illanes

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