Al iniciar un nuevo año casi todos establecemos metas motivados por el espíritu de amor y gratitud que sentimos hacia el Salvador al celebrar Su nacimiento.
Muchas de las metas se relacionan con logros personales, mejoras económicas, la salud física y las relaciones familiares. Sin embargo, si lográramos mantener el espíritu de dar y de compartir que se desarrolla cada fin de año, entonces nuestras mentes se llenarían del deseo de no sólo lograr las metas personales sino que añadiríamos la meta de compartir el evangelio a lo largo de todo el año.
El Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce Apóstoles dijo:
“La obra misional no es lo único que tenemos que hacer en esta grande, amplia y maravillosa Iglesia. Pero casi todo lo demás que hay que hacer depende de que las personas primero escuchen el evangelio de Jesucristo y se unan a nuestra fe… Con todo lo que hay que hacer en el sendero a la vida eterna, necesitamos muchos misioneros más que abran esa puerta y ayuden a las personas a pasar por ella”. (Jeffrey R. Holland, “Somos soldados”, Liahona, noviembre de 2011, págs. 46-47).
En Doctrina y Convenios 4: leemos:
“He aquí, una obra maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres… De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra; pues he aquí, el campo blanco está ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí, de modo que no perece, sino que trae salvación a su alma”.
La exhortación no es sólo para misioneros de tiempo completo, sino que lo es para todos los miembros de la Iglesia. Las bendiciones prometidas para quienes deciden “meter la hoz” con toda su fuerza están disponibles. La obra misional no es una asignación que represente una carga, sino que es una bendición que nos llenará de gozo continuo a lo largo de toda nuestra vida.
A veces solemos pensar que el compartir el evangelio es algo complicado, más si lo hacemos de la forma adecuada, no sólo será una experiencia sencilla sino que además será inolvidable.
El Elder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce Apóstoles dijo:
“La obra misional no es lo único que tenemos que hacer en esta grande, amplia y maravillosa Iglesia. Pero casi todo lo demás que hay que hacer depende de que las personas primero escuchen el evangelio de Jesucristo y se unan a nuestra fe… Con todo lo que hay que hacer en el sendero a la vida eterna, necesitamos muchos misioneros más que abran esa puerta y ayuden a las personas a pasar por ella”. (Jeffrey R. Holland, “Somos soldados”, Liahona, noviembre de 2011, págs. 46-47).
En Doctrina y Convenios 4: leemos:
“He aquí, una obra maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres… De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra; pues he aquí, el campo blanco está ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí, de modo que no perece, sino que trae salvación a su alma”.
La exhortación no es sólo para misioneros de tiempo completo, sino que lo es para todos los miembros de la Iglesia. Las bendiciones prometidas para quienes deciden “meter la hoz” con toda su fuerza están disponibles. La obra misional no es una asignación que represente una carga, sino que es una bendición que nos llenará de gozo continuo a lo largo de toda nuestra vida.
A veces solemos pensar que el compartir el evangelio es algo complicado, más si lo hacemos de la forma adecuada, no sólo será una experiencia sencilla sino que además será inolvidable.
[avatar] por Abish Estrada
Patrocinadores