Ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días significa algo más que sentarse en la capilla a escuchar lo que digan los demás. El Salvador ha organizado Su Iglesia de manera que nos ofrezca a todos oportunidades de crecer espiritualmente. Una de esas oportunidades es la de tomar la palabra en la Iglesia, que puede ser una experiencia emocionante y espiritualmente satisfactoria.

Para lograr que sus discursos sean fructíferos, los buenos oradores muestran entusiasmo, comparten relatos y experiencias personales, utilizan citas y pasajes de las Escrituras y hablan por el poder del Espíritu Santo.

Muestre entusiasmo

Cuanto más entusiasmo tengamos respecto al Evangelio, los demás percibirán más nuestra vehemencia y desearán experimentar los mismos sentimientos. Por otro lado, si nuestros discursos, especialmente al principio, están llenos de disculpas o de afirmaciones negativas, podemos perder credibilidad, diluir nuestro mensaje y ofender al Espíritu. Los buenos oradores están entusiasmados y ansiosos por compartir su mensaje, es decir, el mensaje del Señor, y de esa manera bendicen a los demás.

Comparta historias y experiencias personales

Cuando compartimos una historia o experiencia personal poderosa, nuestro mensaje puede ejercer una influencia duradera en las personas que nos escuchan. A todos nos encanta escuchar relatos, por eso levantamos la cabeza y prestamos más atención cuando alguien los comparte.

Todos hemos vivido acontecimientos memorables. Sólo hace falta cierta creatividad y energía para que nuestra experiencia les resulte interesante a los demás. Si no se nos ocurre una experiencia personal apropiada, siempre podemos compartir alguna que aparezca en las revistas de la Iglesia.

Al compartir experiencias personales, los buenos oradores:

  • Ensayan de antemano la manera en que las contarán, para evitar tener que leerlas y para poder mantener contacto visual con la congregación.

  • Las relatan de manera breve e interesante.

  • Varían su tono de voz y transmiten sus sentimientos.

  • Aportan detalles descriptivos cuando sea adecuado hacerlo.

  • En ocasiones muestran sentido del humor, pero comprenden que no es necesario incluir un chiste en todos los discursos.

  • Al terminar cada experiencia, explican el principio que ésta ilustra.

Utilice citas y pasajes de las Escrituras

Las palabras del Señor y de Sus siervos enseñan, inspiran, guían y motivan. Si somos capaces de dar vida a sus palabras en nuestros discursos, podemos influir en los demás de manera positiva y profunda.

Al utilizar pasajes de las Escrituras y citas, los buenos oradores:

  • Explican el trasfondo y la historia de los pasajes y citas para que los oyentes comprendan su trascendencia.

  • Se centran solamente en unos pocos pasajes y citas.

  • Recalcan las partes importantes.

Hable por medio del poder del Santo Espíritu

Hablar por el poder del Espíritu Santo es la vía de comunicación más importante, como observó Nefi: “Cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres” (2 Nefi 33:1).

Podemos hacernos merecedores de esa influencia al ayunar, orar y prepararnos diligentemente para nuestros discursos. Si estamos preparados adecuadamente, no tenemos por qué temer (véase D. y C. 38:30).

Al disfrutar de la compañía del Espíritu Santo y mostrar entusiasmo, compartir experiencias, pasajes de las Escrituras y citas, así como agregar nuestro testimonio de las verdades que compartimos, elevaremos e inspiraremos a los demás.

Russell T. Osguthorpe, Presidente general de la Escuela Dominical, nos da unos consejos para prepararnos y dar un discurso con claridad y convicción:

  • Oren para comprender las necesidades de quienes recibirán el mensaje.
  • Determinen la doctrina clave que ayudará a satisfacer esas necesidades.
  • Elijan pasajes de las Escrituras y palabras de los profetas vivientes que enseñen esa doctrina.
  • Incluyan experiencias que hayan tenido al vivir esa doctrina.
  • Hagan un bosquejo de su discurso.
  • Practiquen el discurso hasta sentir la confianza de que pueden darlo de corazón, sin necesidad de leerlo.

El ejemplo del presidente Monson

El presidente Thomas S. Monson pronuncia discursos poderosos y conmovedores. Al examinar su estilo de oratoria y algunos de sus recientes discursos en la Conferencia General, observamos las aptitudes de un buen orador.

El presidente Monson recalca a menudo que para él es un privilegio hablarles a los miembros de la Iglesia, y expresa su gratitud por la oportunidad. Además, con frecuencia demuestra esa gratitud al mostrar entusiasmo al principio de sus discursos.

Tras sus palabras de apertura, el presidente Monson cita pasajes de las Escrituras para establecer el rumbo de su discurso y explicar a los oyentes su tema. También cita a Autoridades Generales y a otras personas para esclarecer aún más el tema.

La mayoría de nosotros conocemos bien la costumbre del presidente Monson de compartir experiencias de su vida. Él sabe que su audiencia mostrará interés por ese tipo de experiencias y se identificará con ellas. También sabe que una de las mejores maneras de enseñar es compartir lo que le ha enseñado la vida.

Al relatar experiencias, el presidente Monson agrega ricos detalles para crear interés. Con frecuencia, utiliza también poemas para acentuar su mensaje.

Por último, el presidente Monson entiende la importancia de compartir su testimonio, lo cual hace de manera frecuente y poderosa.

Fuente: “Cómo dar un discurso eficaz” por Marcus Sheridan (Liahona agosto 2010); “Un buen discurso en la Iglesia” por Russell T. Osguthorpe, Presidente general de la Escuela Dominical.

[avatar] por Abish Estrada

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