Ayunar significa abstenerse voluntariamente de ingerir alimentos y bebidas durante cierto tiempo. El ayuno combinado con la oración sincera te ayuda a prepararte y prepara a otras personas para recibir las bendiciones de Dios.

Tú puedes ayunar con muchos fines.

-Por medio del ayuno y de la oración, podemos recibir fortaleza para vencer debilidades y resistir la tentación.

-Encontrar solución a problemas

-Pedir ayuda o guía para nosotros u otras personas, por ejemplo de salud.

-Por medio del ayuno llegamos a saber la verdad de las cosas

-Podemos ayunar a fin de ayudar a otros a aceptar la verdad.

-El ayuno puede ayudar a reconfortarnos en tiempos de pesar y duelo

-El ayuno también nos ayuda a ser humildes y a sentirnos más cerca de nuestro Padre Celestial

-El ayuno es una manera de adorar a Dios y de expresarle gratitud

Podrías ayunar a medida que te esfuerzas por ser humilde ante Dios y por ejercer fe en Jesucristo así como podrías ayunar para recibir guía para dar a conocer el Evangelio y magnificar tus llamamientos en la Iglesia. Y muchas cosas más.

La oración es una parte necesaria del ayuno. En las Escrituras, el ayuno y la oración se mencionan juntos. A nuestro ayuno lo debe acompañar la oración sincera, y es necesario que comencemos y terminemos nuestro ayuno con una oración.

 Domingo de ayuno

Además de ayunar de vez en cuando con un propósito especial, se espera que el domingo de ayuno y testimonios todo miembro de la Iglesia se prive de dos comidas consecutivas.

La Iglesia designa un domingo por mes, por lo general el primero, como día de ayuno. La observancia correcta del día de ayuno consiste en no ingerir alimentos ni bebidas correspondientes a dos comidas consecutivas, en asistir a la reunión de ayuno y testimonios y en dar una ofrenda de ayuno para el cuidado de los necesitados.

El valor de la ofrenda de ayuno debe ser por lo menos el de las dos comidas que no hayas ingerido. Cuando sea posible, sé generoso y da mucho más que esa cantidad.

Autoridades médicas competentes nos dicen que un período esporádico de ayuno es de beneficio para el cuerpo; esa es la bendición número uno y tal vez la menos importante. Segundo, el dinero que ahorramos de esas comidas lo contribuimos como ofrenda de ayuno dándoselo al obispo para los pobres y los necesitados. Y tercero, obtenemos cierta bendición espiritual que no podemos recibir de ninguna otra manera.

“No obstante, ayunaron y oraron frecuentemente, y se volvieron más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en la fe de Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y de consolación; sí, hasta la purificación y santificación de sus corazones, santificación que viene de entregar el corazón a Dios” (Helamán 3:35).

¿No querrían ustedes que les pasara lo mismo?

Las bendiciones del ayuno

Hasta el momento hemos hablado solamente de los aspectos del ayuno que nos benefician; pero el verdadero gozo proviene de la bendición de los pobres y los necesitados, porque es en el cumplimiento de ese maravilloso acto cristiano que practicamos “la religión pura y sin mácula” que mencionó Santiago ¿Se imaginan una acción cristiana mejor o más perfecta que la de “la religión pura y sin mácula”? A mí no se me ocurre ninguna otra.

Hablando por medio de Moisés, el Señor hizo la siguiente observación:

“Si hay en medio de ti menesteroso de entre alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que abrirás a él tu mano liberalmente y le prestarás lo que le falte, lo que necesite”

Y continúa con esta promesa para los que presten ayuda: “…por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos y en todo lo que pongas tu mano”  Y concluye diciendo: “Porque no faltarán menesterosos de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra”.

Una ley para perfeccionarnos

Sí, la ley del ayuno es una ley perfecta, y no podemos ni siquiera comenzar a acercarnos a la perfección a menos que decidamos hacerla parte de nuestra vida. El momento de empezar y de terminar el ayuno depende de ustedes, pero, ¿no les parece bien que lo culminaran y estuvieran en la cumbre de su espiritualidad para la reunión de ayuno y testimonios?

La cantidad de dinero que den al obispo como donación también depende de ustedes, pero, ¿no les emociona saber que su obligación con el Señor se ha pagado de buena gana y con exactitud?

Al mundo le hace falta el autodominio, y ustedes lo pueden hallar en el ayuno y la oración. Nuestra generación está enferma por la carencia del dominio propio; el ayunar y orar contribuyen a infundir esa virtud.

El futuro del mundo depende de que haya un retorno urgente a la unidad familiar. El ayuno y la oración influirán para llevarlo a cabo. A toda persona le es preciso recibir mayor guía divina y no hay mejor manera de obtenerla. Todos debemos vencer los poderes del adversario; su influencia es incompatible con el ayuno y la oración.

Uno mi testimonio al de Alma, de la antigüedad, cuando dijo:

“…He aquí, os testifico que yo sé que estas cosas de que he hablado son verdaderas. Y ¿cómo suponéis que yo sé de su certeza?

“He aquí, os digo que el Santo Espíritu de Dios me las hace saber. He aquí, he ayunado y orado muchos días para poder saber estas cosas por mí mismo. Y ahora sé por mí mismo que son verdaderas; porque el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu” (Alma 5:45–46).

“Y cuando ayunéis, no pongáis un semblante como los hipócritas, porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.” (Mateo 6:16–18)

Fuentes: “Ayuno y ofrendas de ayuno” Leales a la Fe: Una Referencia del Evangelio, (2004), 23–26 ; “La ley del ayuno” Por el élder Robert L. Simpson (1915–2003) De los Setenta Liahona Marzo 2010

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